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| Biodiversidad |

Esther Tobarra

​16 de mayo de 2022

Wales, UK

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Las abejas son los insectos más antiguos del planeta, cuya existencia es necesaria para el mantenimiento de la flora y la fauna, e incluso podría decirse que, para la existencia humana, como especie del ecosistema global de la biosfera. Sin las abejas, la evolución del reino vegetal se vería mermada ya que el 90% de las plantas con flor requieren de algún tipo de animal polinizador.

El número de abejas e insectos polinizadores está disminuyendo a escala global, con una mortalidad media en Europa del 20%. Ningún factor por sí solo es culpable de este descenso, pero tres de los factores más importantes son: las enfermedades y parásitos como el acaro Varroa Destructor, los efectos de la agricultura industrial y los del cambio climático.

La pérdida de hábitats y biodiversidad que genera la agricultura industrial y el monocultivo, así como los insecticidas, estresan a las abejas a múltiples niveles. Los paisajes modernos no cuentan con las flores perennes que las abejas necesitan para alimentarse, ni con los hábitats en los que anidan, y es sabido que los pesticidas afectan a la salud de las colonias, desde su fertilidad hasta su neurodesarrollo y comportamiento.

Así se merman las colonias con abejas enfermas, hambrientas y envenenadas.

No hay que olvidar tampoco que las abejas melíferas han sido seleccionadas en las últimas décadas, por sus cualidades deseables, como menor agresión y mayores tasas de producción de miel. Sin embargo, esto ha reducido su diversidad genética, y las ha hecho más vulnerables a parásitos y enfermedades y ha debilitado a las abejas reinas.

 

¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EL DECLIVE EN EL NÚMERO DE ABEJAS?

Según la FAO, una tercera parte de nuestros alimentos, y según Ecologistas en Acción, un 84% de los cultivos dependen de ellas, con un valor estimado de 265 mil millones de euros. Si estos insectos llegaran a desaparecer, sufrirían sin duda en particular, la producción de fresas, manzanas, tomates, almendras, y miel, con ellos perderíamos sus beneficios nutricionales, pero más allá de esto, se podría desencadenar una auténtica crisis alimentaria, al bajar la productividad de los cultivos hasta en un 75%, con las consecuencias en nutrición y salud pública que esto conllevaría.

 

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA PROTEGER A LAS ABEJAS?

Según Greenpeace existen pruebas claras y sólidas de que el beneficio del uso de pesticidas no excede el daño que estos causan. Recientemente la EFSA – European Food Safety Authority, se ha pronunciado acerca de los neonicotinoides, pero a pesar de la iniciativa ciudadana contra el glifosato, la Comisión Europea aún considera que no existen fundamentos científicos o jurídicos suficientes para su prohibición.

 

Por otra parte, la expansión de la gestión integrada de plagas (GIP) y la agricultura ecológica demuestra que el cultivo sin plaguicidas es por completo viable, rentable y medioambientalmente seguro. Es necesario financiar el I+D de estas prácticas.

 

Los agricultores también pueden mejorar el bienestar de las abejas aumentando la biodiversidad de sus cultivos y desarrollando hábitats, como bandas o corredores de flores perennes y resistentes al frío, y lugares de anidación. En este sentido se halló que la diversidad de las flores era la clave del éxito.

También recordar que toda acción contra el cambio climático también está ayudando a las abejas.

Convertir el sistema actual en uno que satisfaga tanto las ambiciones de protección medioambiental como las necesidades globales de alimento es una tarea de enormes proporciones, y requiere una sólida visión a largo plazo, pero garantizar la salud global de los polinizadores puede tener beneficios evidentes casi de inmediato, relacionados con proteger el alto valor ecológico y económico de la polinización.

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